viernes, 8 de mayo de 2015

Carta de una hija a un padre abusador



Lamento mucho haber nacido su hija y haber vivido con usted una parte de mi vida. Yo sé que usted no siempre fue malo y hasta parecía que me quería, sé que hubo alguna época en la que quiso cosas buenas para mí. Siempre me pareció un hombre con secretos, un sospechoso. Me dio mucha alegría el día que se fue, yo tenía 10 años y hasta hoy, 19 años después, ese sigue siendo uno de los días más felices de mi vida. Aunque también me sentía triste, porque sabía que a mi mamá su partida le causaba un dolor inmenso, aun cuando ella fue quien tomó la decisión.
No sé exactamente que me hace sentir su recuerdo, a veces siento lastima por usted y compasión, pero me dura poco y no me alcanza para perdonarlo, aunque confieso que me gustaría hacerlo para ver si de ese modo consigo olvidarlo completamente, para no llenarme más de resentimiento y dolor. No quisiera invertir ni un segundo más en su recuerdo, pero siempre ha estado tan presente, ha sido usted el mayor lastre de mi vida, es usted la representación de todo lo que no quiero ser, siento mucha vergüenza de venir de alguien como usted.
Los últimos años lo recuerdo tan incoherente, tan borracho, tan misógino, tan morboso, tan miserable, tan pervertido, tan infinitamente desagradable. Cuando pienso en usted mi estómago se revuelve y me dan nauseas. Su sola imagen me enferma, me descompone, me atraviesa.
Usted me parece un cerdo, y no entiendo por qué me duele tanto cada insulto, cada rechazo, cada sentimiento de ira que experimento hacia usted. Me hace sentir impotente, estúpida, estar en esta encrucijada, sentir que cuando lo odio me estoy odiando a mí misma. Sentir que cuando me miro en un espejo lo veo a usted, darme cuenta de que llevo su rostro, sus asquerosas manos.
Recuerdo que sentía tantas cosas en mi estómago cuando usted llegaba a la casa y yo estaba sola. Tenía ganas de salir corriendo y de llevarme a mi hermana. No sabía qué hacer, cómo actuar. Me sentía tan confundida. A veces pensaba que si lo hacía conmigo, que si yo se lo permitía conmigo, usted no se lo haría a ella. Siento que cuando miraba a mi hermanita jugando con su sonrisita de mierda, eso me quería demostrar, me chantajeaba, me hacía sentir que si no era yo, sería ella.
Era como si me obligara a compartir un secreto que yo no quería que fuera mío, pero su poder era tan grande, que ni siquiera tenía que decirlo, yo entendía cada gesto suyo, cada silencio, cada seña. Era tan extraño, todo era tan sutil, sentía que yo tenía que actuar como si no pasara nada ante usted, como si lo ofendiera si salía corriendo abiertamente, tenía que inventarme alguna excusa para huir de sus manos, para no herirlo. Es como si usted hubiera dejado todo en mí, como si yo fuera la responsable de lo que pasaba y la culpa de todo fuera mía. Era tan sádico, tan pervertido, fue tan macabra la violencia psicológica y sexual que ejerció por tantos años conmigo.
Creo que usted disfrutaba mi temor, se burlaba de mi inocencia y de mi confusión. Tenía tanto miedo, viví tantos años con miedo, toda mi infancia tuve miedo, me orinaba, tenía pesadillas, no comía, porque sentía miedo, era una niña buena que le obedecía porque tenía miedo. El miedo me paralizaba y entonces yo, solo dejaba que usted hiciera lo suyo, al mismo tiempo era como si no pudiera mostrarle que me hacía daño, que no me gustaba, tenía que fingir ante usted y ante la familia que me sentía cómoda con su forma de “darme amor”, que todo estaba bien, que le quería, nunca pude llorar y por qué iba a hacerlo, si no estaba pasando nada, todo era normal. Muchos años después llegué a pensar que no era para tanto, que estaba sobredimensionando el asunto, me he culpado por débil, por encontrarme al día de hoy enferma, ni yo misma me cuidaba. Y hoy, ese mismo miedo sigue vivo, se ha vuelto a manifestar, las enfermedades van y vienen… pero empiezo a sentirme fuerte otra vez, empiezo a amarme.    
Sentía que ofendía a mi mamá con lo que me dejaba hacer y al mismo tiempo a usted por excusarme para no recostarme a su lado cuando me invitaba a la cama. Su mirada, su sonrisa, sus manos, todo usted me da tanto asco. No entiendo cómo podía disfrutar cuando tocaba a una niña de 4 años, cómo su mente enferma me quería hacer creer que esa situación incómoda era parte de un juego.
Cómo podía ser tan mañoso de hacerlo estando mi mamá a unos centímetros de distancia, cómo pudo estar, mi madre que me amaba tanto, tan ciega, cómo usted podía obligarme a actuar como si no estuviera pasando nada delante de ella. Por qué me hacía engañarla de esa manera. Porque me hacía creer que era mi deber quererle, y que tenía que demostrarle mi amor como haría cualquier hija.
Cuando recuerdo todo esto, REALMENTE LO ODIO. Desearía que estuviera muerto o que me extirparan una parte del cerebro para eliminarlo completamente de mi cabeza. Detesto que mi cuerpo tenga memoria, que cada vez que lo recuerdo vuelva a sentir sus manos encima de mí, que hasta hoy mi cuerpo me arda.
Odio que todavía me paralice, que a veces sienta que usted habita en mí, que siendo una mujer adulta siga sintiendo tanto miedo, que no pueda hacer nada en su contra, que todavía no pueda denunciarlo, que no pueda confrontarlo. Odio que aún tenga miedo de encontrármelo algún día. Que me afecte TANTO. Que apenas hoy esté consiguiendo preguntarles a quienes sospechaban que algo pasaba, por qué no hicieron nada, por qué su silencio, por qué me dejaron sola. Que después de tantos años apenas pueda hablarlo, apenas esté entendiendo que nada fue mi culpa, que aunque nadie me explicó nada y en mi pequeña cabeza nunca tuve nada claro, los que estaban mal eran lxs adultxs.
A veces me siento tan pequeña, tan débil, tan indefensa cuando pienso en usted, como la niña de hace tantos años. Es como si me deshiciera, como si acabara con mi fuerza y mi voluntad. Es como si usted hubiera robado una parte de mí que nunca más podré recuperar. Es como si para acabar con usted tuviera que acabar conmigo. Me siento tan agotada, a veces me siento vencida porque pareciera que nunca estaré bien.
Odio que usted se haya quedado en mí. Odio saber que sigo siendo vulnerable ante usted, que su solo recuerdo me hace perder el control. Que hoy necesite ir a terapia para poder continuar con mi vida. Y que además haya tenido que dejar ser, haya tenido que abandonar muchos sueños porque no pude con la ansiedad y la depresión. Su violencia fue perfecta, me destruyó completamente por dentro, sin dejar una sola marca en mi cuerpo. Su poder era tan grande, que hasta hoy me inmovilizó, pero YA NO MÁS.
Pero hoy he decidido no seguir guardando su secreto. Después de mucho tiempo me he atrevido a hablarlo. Hoy, cuando mi corazón no pudo seguir viviendo como si nunca hubiera pasado nada. Hoy que estoy en el proceso de volverme a armar y que estoy intentando amarme, siento la necesidad de compartir este testimonio.
El abuso sexual nos mata en vida y quiero creer que Yo y otras mujeres abusadas no estamos solas, necesitamos acompañarnos, contenernos, necesitamos cuidar a nuestrxs peques a costa de lo sea, porque no quiero sentir más vergüenza y quiero alzar la voz, porque hace falta que cuestionemos esta pinche sociedad de mierda que normaliza la violencia. No más silencio. Porque es necesario que todxs actuemos YA y seamos parte de la solución.  

Anónima.